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PENSAMIENTO

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PENSAMIENTO

Foto de Daniel Morduchowicz

El pensamiento de José Antonio Jáuregui se recoge en sus numerosos libros, algunos de los cuales fueron traducidos a idiomas como el inglés, el italiano, el portugués o el chino; en series de radio y televisión que se emitieron en varios países; y en más de 800 de artículos y columnas de opinión publicados en El País, Ya, Diario 16, El Mundo y ABC, entre otros periódicos y revistas.

Desde su tesis en la Universidad de Oxford, sobre el valor simbólico del toro en España, Jáuregui se interesó por los mecanismos psico-sociológicos del nacionalismo y más en general por lo que llamó el "sentimiento tribal". En su libro y su serie televisiva Las Reglas del Juego (1977) aplicó el concepto de "tribu" (sin connotaciones despectivas) no sólo a las sociedades pequeñas y sencillas que han estudiado tradicionalmente los antropólogos, sino también a sociedades territoriales como Cataluña, España, Europa o Estados Unidos. Según Jáuregui, el ser humano es un animal "jugador" que compite como individuo y como miembro de distintos grupos, y uno de los juegos fundamentales que orientan su vida social es el juego territorial. El "sentimiento tribal" impulsa al individuo a trabajar, crear y luchar por su sociedad territorial, incluso hasta el punto de sacrificar su vida por ella.


Se trata de un sentimiento profundo que trasciende al individuo y le lleva a verse, no como fulano de tal, sino como miembro, parte y aun partícula de su tribu. El verse y sentirse como miembro de un grupo social frente a otro y el afán de querer afirmar la valía, diferencia, superioridad, distinción y poder de su tribu frente a la vecina.

(Las Reglas del Juego, p. 24)


Los símbolos de la "tribu", cuando se ensalzan o se denigran, provocan emociones fuertes en el individuo, de cercanía o rechazo, de amor o de odio, de orgullo o vergüenza --y Jáuregui se refiere no sólo a los símbolos oficiales (bandera, líder, escudo), sino especialmente a los cotidianos (el idioma, las costumbres, la cocina, la música, la literatura, las figuras destacadas de la historia...). Su análisis de los mecanismos de identidad nacional se adelantó al interés que estos temas suscitaron posteriormente en las ciencias sociales tras la caída del Muro de Berlín y la guerra de los balcanes.

Para poner su teoría sobre el "sentimiento tribal" en contexto, Jáuregui desarrolló en sus siguientes obras un modelo general de la motivación humana basado en las emociones, desafiando el paradigma existente de la psicología cognitiva. Propuso en El Ordenador Cerebral (1990; posteriormente reeditado como Cerebro y Emociones: el ordenador emocional y más recientemente como El ordenador emocional) que el individuo está sujeto a la programación biológica y "biosocial" de su ordenador cerebral, que lo presiona mediante las sensaciones y emociones agradables (recompensas) o desagradables (castigos) para cumplir las tareas que su cuerpo, su mente y su sociedad le imponen.


El ordenador cerebral, al disparar una sensación ingrata al individuo, le ha informado de algo que el ignoraba ('hay un pelo en tu ojo izquierdo'), pero además y al mismo tiempo el ordenador cerebral le da órdenes precisas: 'Sácate del ojo ese pelo inmediatamente'. El sistema emocional es a la vez un sistema informativo y un sistema autoritario de gobierno, un sistema de presión con unos poderes omnímodos... El ordenador cerebral cada vez que le informa al individuo de algo que no sabía, al mismo tiempo le da alguna orden precisa o tajante... Los sentimientos son el 'pan y el palo', los premios y castigos, la palanca de presión que la naturaleza ha puesto en la bandeja de plata genética del ordenador cerebral para que éste pueda persuadir y presionar al individuo a que cumpla con las órdenes que reciba el ordenador cerebral.

(El ordenador cerebral, p. 20)


Con esta teoría, Jáuregui se adelantó al cambio de paradigma en la psicología que iniciaron investigadores como Antonio Damasio, y que dan una mayor importancia a las emociones. Por otro lado las ideas de Jáuregui sobre mecanismos "biosociales" --mecanismos de comportamiento que se refieren a la vida social, como la vergüenza, el lenguaje, las normas sociales o incluso la religión, pero que Jáuregui consideraba innatos y universales en la especie humana-- se acercaban a la sociobiología del etólogo Edward O. Wilson.

El interés por la etología le llevó a colaborar con el naturalista Felix Rodríguez de la Fuente, con el que estaba preparando una serie televisiva conjunta llamada El Animal Humano cuando este último falleció en 1980. Desde entonces, y durante los siguientes 25 años, trabajó sobre un proyecto de ficción en el que sus teorías antropológicas se mezclaban con reflexiones animalistas y ecologistas, y que se acabó publicando postumamente como Juicio a los Humanos (2006).

Jáuregui también empleó sus teorías sobre el "sentimiento tribal" y las culturas que lo inspiran para analizar diversas comunidades concretas y sus mecanismos de identidad. Lo hizo con la comunidad navarra en Mecanismos de Identidad Territorial del Navarro, la tesis doctoral que presentó en la Universidad Complutense para convalidar sus estudios en España (publicada póstumamente como La Tribu Navarra en 2008); con la propia nación española en España Entera (1980), Una Tribu Llamada España (1978) y España Vertebrada (2004); con Europa en Europa: Tema y Variaciones (2000) e incluso con la comunidad de todos los seres humanos en La Identidad Humana (2003). Según Jáuregui, un mismo ser humano puede experimentar sentimientos territoriales hacia distintas comunidades, según el momento y la situación, dentro de una estructura jerárquica, siguiendo el principio de fisión y fusión de Evans-Pritchard: valenciano ante un catalán, pero español ante un sueco, europeo ante un japonés, y humano frente a un simio o un hipotético extraterrestre.

Jáuregui defendió a lo largo de su obra la búsqueda de los elementos comunes entre culturas, la interdependencia entre los pueblos y la posibilidad de la "armonía de las civilizaciones". En su búsqueda de una cultura común europea, por ejemplo, abogó por un europeísmo sin eurocentrismo:


No deberíamos los europeos caer en ninguna estúpida arrogancia tribal al maravillarnos del 'patrimonio cultural común' que hemos heredado. Al fin y al cabo nacer en Europa es un accidente (y nacer otro accidente, por cierto). Pero es nuestro deber conocer, mantener y preservar nuestra cultura y hacer cuanto esté en nuestras manos para que siga dialogando Platón, componiendo Mozart, escribiendo Cervantes, pintando Miguel Ángel y fabricando los 'stradivarius' Antonio Stradivari, no para imponer nuestra cultura a nadie, sino para ofrecer en un espíritu de servicio, de solidaridad y de agradecimiento nuestros productos culturales a toda la familia humana, teniendo en cuenta la deuda inmensa y desconocida que hemos contraído con otras sociedades que nos han regalado sus maravillosos inventos culturales y recordando siempre el consejo de Montesquieu: 'Jamás haré nada que beneficie a Francia si perjudica a Europa; jamás haré nada que beneficie a Europa si perjudica a la Humanidad'.

(Europa: Tema y variaciones, p. 24-5)